domingo, 11 de diciembre de 2011

EL VALOR DE LOS INTANGIBLES


El de anoche fue un partido más. Quizá fue el partido de la semana o, si me apuráis, del mes. Digo esto porque uno ya se cansa de escuchar aquello de La  Batalla del Siglo, El Partido de los Dioses o demás apelativos más cercanos al marketing que al propio juego. Eso sí: hubo menos bronca, insultos y adrenalina descontrolada de lo habitual.  Algo que agradecí especialmente.

El ser humano, por nuraleza, tiende a cuantificar las cosas. Clasificamos a los coches según su cilindrada, al café según su procedencia y a los niños según sus notas en el colegio. Pero nadie, absolutamente nadie, ha hallado la fórmula para describir la sensación de ir a 200km/h, el aroma del grano colombiano o la reacción de un padre cuando su hijo le dice que le dé la mano porque tiene miedo. Esos intangibles, las cosas que no se pueden medir, son los que dan sentido a la vida.

En el fútbol, un aspecto más de la vida, sucede lo mismo. Los analistas se esfuerzan en recopilar datos de goles a favor, de los años que un equipo lleva sin ganar en un estadio concreto o las estadísticas sobre número de corners que saca un equipo. Todo eso se desmorona cuando el cuero empieza a rodar.
Todo ese trabajo de hemeroteca se cae porque a los 15 segundos de partido, Di María decide asfixiar la salida de balón azulgrana e intenta filtrar un pase al área que corta Busquets. Ozil, en semi fallo, habilita a Benzema, exquisito toda la velada, para que fusile a Valdés. El fútbol es tan grande que, dentro de un mismo partido, hay muchos partidos diferentes. Y, a partir del minuto 1, se abría un nuevo escenario.
El Real Madrid se pareció al de la primera mitad de la final de Copa del Rey. Agresivo e intenso, un fútbol de sangre caliente y colmillos afilados.

Mourinho, que de fútbol sabe un rato, hizo ayer una maniobra maestra. Consciente de la imposibilidad de tapar a Messi, decidió cortarle el suministro de balones cerca del área al argentino. El técnico portugués propuso un marcaje individual de Lass sobre Cesc por una simple razón: Messi se entiende con todos,  pero es a Cesc a quien más busca cuando se acercan al área. Pasaban los minutos y el plan de Mourinho se sostenía por la presión arriba y la defensa adelantada.
Sin embargo Guardiola, otro estratega consumado, se dio cuenta de dicha circunstancia y movió ficha. Retrasó a Busquets, ese prodigio táctico, unos metros.  Desplazó a Puyol para hacer vigilancia sobre CR y añadió otro alfil al tablero de ajedrez que es el centro del campo culé: Dani Alves. El brasileño desestabilizó la estructura madridista en ese arte de 'llegar a la jugada' en lugar de estar.

Messi arrancó sideral a la media hora de partido, como ya lo hizo el año pasado. Como ya lo hicieron Ronaldinho y Henry en la enésima demostración de jerarquía culé. El menudo argentino se deshizo de Ozil, aguantó el arreón de Lass y sirvió con ventaja para que Alexis, único futbolista que busca correr al espacio ausentes Villa y Pedro, explotara en velocidad y cruzara el balón ante Casillas.

Se abría un nuevo escenario. Y en éste, más sosegado, Iniesta toma el control como nadie. Busca recibir en el estrecho pasillo que hay entre el mediocentro rival y el lateral, el carril del 8. Gira sobre sí mismo para buscar la mejor salida, juega al primer toque y se desmarca, controla orientado para deshacerse de la presión rival. Y todo eso lo hace con la seguridad del que está acostumbrado a hacer algo todos los días.
En la 2a parte, el FCB monopolizó el balón y ahí murió el Madrid. Frustrado por la inoperancia de CR, cansado de perseguir el balón y resignado ante el fútbol de los catalanes.

'La apariencia es simplemente el envoltorio de lo esencial' leí no hace mucho. Da igual el sistema. No importa si es 4-4-2, 4-3-3 o 3-4-3. Lo que realmente marca la diferencia son esos valores que no somos capaces de cuantificar. Esos intangibles, invisibles a los ojos de los estadistas, que dan sentido a todo esto. Bueno, y al fútbol también.

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