martes, 12 de febrero de 2013

RESURGIR DE LAS CENIZAS




 Emenike, Obi Mikel, Onazi y Victor Moses. Piezas básicas de la sección de Nigeria.



En noviembre de 2011, la selección nigeriana de fútbol sufrió una de las mayores humillaciones de su historia reciente. Recibía a la selección de Guinea con un único objetivo: el pase a la Copa de África 2012. El partido terminó en empate y Guinea se confirmaba como campeón del grupo de clasificación, obteniendo así el pase directo a la gran cita. Nigeria, por su parte, convencida de que la segunda plaza le daba también la clasificación, se conformó con ese 2a2. Al finalizar el partido, ambos equipos festejaron el pase en el césped del majestuoso Estadio de Abuja. Sin embargo, las normas de la CAF son muy claras. En las fases previas que se disputan por grupos, los puntos que se consiguen contra el último clasificado no sirven para decidir qué mejores subcampeones de grupo siguen adelante. Nigeria estaba fuera. De este modo, toda la Federación quedó retratada y la afición nigeriana, exigente como pocas, montó en cólera contra los estamentos futbolísticos del país. Una humillación histórica.

El Ave Fénix, según recita la mitología, fue el único animal que resistió la tentación en el Jardín del Edén. Dicha fidelidad le granjeó la condición de ser eterno. Su capacidad de reinventarse, de morir envuelta en llamas para luego resucitar con más fuerza, ha servido a muchas culturas para simbolizar la inmortalidad.

En la década de los 90' había un equipo que asombraba al mundo entero. Las Súper Águilas, el orgullo de África. Después de dos ediciones apuntando intenciones, ya en 1994, la Selección de Nigeria se alzó con el título de campeón continental. Ese mismo año, dejó boquiabiertos a propios y extraños en el Mundial de EE.UU. Fútbol dinámico y alegre. Un sueño que Roberto Baggio disipó con un gol de penalty en la prórroga en 1/8 de final.  Los Babayaro, Amunike, West, Oliseh, Finidi, Okocha, Babangida, Kanu y compañía se habían quedado con hambre. Regresaron a EE. UU. dos años más tarde para disputar los JJOO de Atlanta 96. Allí derrumbaron gigantes de la envergadura de México, Brasil y Argentina hasta conseguir el oro olímpico. El momento álgido de una generación dorada.
 Luego llegaría el Mundial 98, el golazo de Oliseh, el fallo de Zubizarreta y la magia de una leyenda del fútbol africano: Agustin 'Jay Jay' Okocha. En 1/8 de final, ese muro infranquable, volvieron a caer derrotados.

Una vez entrados en el siglo XXI, esos antiguos laureles se iban marchitando. Buenas participaciones en Copa África, pero ningún título que celebrar, ningún suculento manjar que llevarse a la boca. Momentos duros, épocas de vitrinas vacías. La mala actuación en el Mundial 2010, primero en disputarse en suelo africano, encendió las iras del presidente del país. Goodluck Jonathan amenazó con retirar a su selección de todas las competiciones. Acabó por no llevarlo a cabo, y se inició una transición convulsa que terminó en la bochornosa situación de noviembre de 2011 en Abuja. Las Súper Águilas ardieron en el fuego del fracaso, cenizas de un pasado mejor.

Stephen Keshi, miembro de aquella maravillosa selección de los años 90 y actual entrenador, lo tenía claro: Nigeria debía resurgir de sus propias cenizas y volver a ser uno de los referentes futbolísticos de África. Se presentaban en la presente CAN con la obligación de mostrar una buena imagen. Para ello, ha conformado un bloque sólido, con pocas fisuras defensivas. Obi Mikel, siempre puesto en duda, se ha erigido en pilar del centro del campo, el cemento del equipo. Entre dos aguas ha navegado Ideye Brown, de zancada alegre y dinamismo contagioso. Cerca se ha acomodado Mba, para pisar con acierto el área en las dos acciones claves del campeonato: gol a Costa de Marfil en 1/4 y a Burkina Faso en la final. Arriba, la cosa se pone seria. Emenike, Moses, Musa, convertidos en puñales, en flechas certeras que dirigen contraataques de vértigo hacia el gol. Futbolistas dañinos que huelen el miedo y atacan el espacio libre.

La final del torneo no tuvo mucha historia.  Burkina Faso, Los Potros, llegó mermado a la final después de dos prórrogas durísimas frente a Togo y Ghana, la baja de su mejor hombre (Alain Traoré) y con la satisfacción del trabajo bien hecho. En la segunda parte, con el 1a0 ya en contra se estiró en busca de otra hazaña más, la enésima del campeonato. Sin embargo, el orden defensivo nigeriano y una parada estratosférica de Enyeama dejó incompleta la historia de Koné, Bancé, Pitroipa, Traoré y el resto de futbolistas burkineses que nos han regalado una historia de superación imborrable.

Imagino que la CAF se replanteará muchas cosas después de esta edición. Un torneo de esta magnitud no puede estar lastrado por el calendario y los intereses europeos. No es lógico que algunos jugadores formalicen fichajes por clubs europeos en medio de la  competición. Todos los implicados en una Copa de África deberían tener los cinco sentidos en lo que se están jugando y a quienes representan.

Saladin, Keita, Gakpé, Diakité, Bancé, Wakaso, Moses, ... nombres para el recuerdo. Protagonistas de una Copa de África en la que Nigeria se reencontró con la gloria. La resurrección de las Súper Águilas que, al igual que el Ave Fénix, han resurgido de sus propias cenizas.


'A AQUEL QUE VIAJA A LOMOS DE UN ELEFANTE NO LE MOLESTA LA HUMEDAD DEL ROCÍO EN LA HIERBA' proverbio africano.

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